Escondida, con la cabeza gacha, como las avestruces, procurando ser invisible a los ojos de toda la oficina. ¡La oficina! Odioso lugar lleno de indivíduos que interactúan y se relacionan porque no les queda más remedio. Emborronando papeles y con la vista perdida en algún punto de la pantalla del ordenador deseando que acabe la tediosa jornada de esclavitud escasamente remunerada.
Bostezos y aburrimiento infinito procurando pasar inadvertida en esa jungla moderna llena de pitidos telefónicos, chirridos de impresoras, quejas de teclados y aleteo de papeles. La huida momentánea y resignada a la máquina de sucedáneo de café, que sabe a engranajes y tornillos, pero, al menos, atempera las entrañas.
Campo de batalla
Ganas de salir corriendo mientras las agujas del reloj se niegan, con una terquedad insolente, a moverse sobre la circunferencia que las tiene sujetas.
...Y sólo son las once.
Vaya, eso es la eternidad que no el paraíso.
ResponderEliminarSaludos
Me ha gustado.
ResponderEliminarSade
Que interactuan porque no les queda más remedio...
ResponderEliminargenial.
¿Hablamos del hilo musical? Mejor no.
ResponderEliminarComo autónoma que suele trabajar en pijama, tengo que confesar que hay veces que echo de menos la oficina. Hasta que me toca reunirme allí dos semanas seguidas y se me pasa.
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