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martes, 15 de enero de 2013

La serie B de la historia: Olympia de Gouges

Pues bien, ya que ayer mencionamos a Francia como país de contrastes, esto no pudo traerme a la memoria a otra figura que la de Marie Gouze, más conocida por su seudónimo, que no fue otro que Olympia de Gouges.

La futura Olymipa de Gouges nació a mediados del siglo de la ilustración, cuarenta años antes de la revolución francesa. Hija de una familia burguesa, aunque se especula con que su patenidad se debía a Lefranc de Pompignan, un poeta que luego la ayudó al establecerse en París y a publicar sus obras.

Como bien sintetizó Marx, la lucha de clases hace que las sociedades rueden sin fin y en aquella época de cambios, el antiguo régimen ya no tenía razón de ser la cúspide de la sociedad. La burguesía poderosa, pero ninguneada, buscaba su lugar, y esto dio paso a la revolución de 1789, pero no corramos.

Olympia, que aún no lo es, se casa a los 15 años con un viejo que le dará un hijo y estabilidad económica. Este era el destino de las mujeres. Triste destino, y el de Olympia, por lo menos, no era el peor. Al enviudar, por pura lógica estadística, se establece en París para educar esmeradamente a su retoño, y ella comienza a frecuentar salones donde los ilustrados dan sus charletas de salón. Olympia escribe y hasta publica, pero sus obras de teatro no gustan en la afamada Comédie Française, que es una institución estatal de raigambre. Olympia escribía controvertidas obras abolicionistas, cosa que en un país que vivía de explotar negros en Haití y en la Louisiana, no se entendía.

Olympia de Gouges

Una vez establecida la República, y después de las rencillas propias por dententar el poder, a Olympia, que es tirando a girondina y recela del extremismo homicida de los jacobinos comandados por Robespierre, la detienen acusándola de promonárquica y alguna otra cosa fea más. De aquí sale la leyenda popular que dice que, realmente la detuvieron por haber osado publicar la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, una revolucionaria -como no- obra pareja a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Y es que, como es habitual, sólo los hombres pueden ser libres y poderosos porque se consideran inteligentes, pero a la mujer hasta los intelectuales las creían imbéciles y no tenían ni derechos ni opciones para detentar el poder.

Dice la leyenda, desde entonces, que a Olympia, que molestaba con sus obras demasiado revolucionarias para unos revolucionarios que no lo eran tanto, la mandaron al cadalso por atreverse reclamar derechos igual que los hombres. ¿Dónde se ha visto tal desfachatez?. La guillotina le cercenó la cabeza en 1793 por ser una líder girondina en la época del terror de Robespierre.

Condenada a la Gullotina por usar la cabeza, qué ironía.

Los años siguientes a su muerte se intentó que la memoria de Olympia de Gouges quedara mancillada entre el olvido, porque una mujer "nunca puede pensar como un hombre" y la burla sobre sus obras, que si eran del negro de Ana Rosa Quintana porque ella no sabía ni leer.

Se llevó al olvido a Olympia de Gouges porque la Revolución es gloriosa, pero que no cambien las cosas tanto y que las mujeres sigan usando un corsé físico y social, y si para el bicentenario se la rescató de la injusticia, por si acaso aún hoy se la considera una intelectual menor. ¡No se deben cambiar las cosas! No interesa. Tanto es así que la mujer en Francia pudo empezar a votar después de la segunda guerra mundial, y Francia sigue siendo el país de los ilustrados, pero se sigue menospreciando la intelectualidad femenina, a pesar de que de vez en cuando aparezcan excelentes intelectuales como Simone de Beauvoir, que dan en el morro a tanto intransigente misógino.


4 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Pero que bien lo cuentas.

Un abrazo.

JL F dijo...

Como ves la guillotina que paso a la historia por cortar la cabeza de uno que la tenia vacia, aunque los bolsillos llenos, el rey, al final acabó siendo utilizado para cortarlas a diestro y siniestro, incluso a los propios revolucionarios que la utilizaron, como Robespierre.

Lo cierto es que, dejando a la guillotina de lado, el siglo de las luces, que intentaba acabar con la oscuridad en la cabeza de los seres humanos y llenarlas de luz y libertad, ha quedado muy lejos y, como dices, las mujeres (pero también los hombres) llevan un corsé intelectual y moral cada vez mas apretado, y en cuanto a libertades y al uso de la razón vivimos en un Antiguo Régimen casi medieval.

Saludos

mariajesusparadela dijo...

Y Margarita Duras y la otra maravillosa Margarita.
Los chicos tienen (todavía) mucho que aprender.

ROSA M. dijo...

No conocía la historia, salvando raras excepciones las mujeres seguimos teniendo que luchar y demostrar. . . ., es cansino.